El poder absoluto

"Si queremos comprender cómo los buenos lo son contra su voluntad bastará con imaginar que hacemos lo siguiente:

Demos a todos, justos e injustos, licencia para hacer lo que se les antoje y después sigámosles para ver adónde llevan a cada cual sus pasiones.


No tardaremos en sorprender al hombre justo recorriendo los mismos caminos que el injusto, impulsado por el interés propio. Este es el comportamiento natural aunque la ley lo reprime por la fuerza para que subsita en la sociedad la igualdad.


Esta licencia de que yo hablo podrían llegar a gozarla, mejor que de ningún otro modo, si se les dotase de un poder como el que cuentan tuvo Giges. [Gantet?]


El era un pastor que estaba al servicio del rey de Lidia. Sobrevino una vez un gran temporal y terremoto; abrióse la tierra y apareció un abismo. Asombrado ante el espectáculo, descendió por la hendidura y vio allí, entre otras muchas maravillas que la fábula relata, un caballo de cobre, hueco, con pequeñas aberturas, por una de las cuales se agachó a mirar y vio que dentro había un cadáver, de talla al parecer más que humana, que no llevaba sobre sí más que un anillo en la mano. Giges tomo el anillo y se fue.









Seguro ya del poder del anillo se hizo nombrar miembro de la comision que había de informar al rey; llegó a Palacio, sedujo a su esposa, atacó y mató con su ayuda al soberano y se apodero del reino.

Pues bien, si hubiera dos anillos como aquellos de los cuales llevase uno puesto el justo y otro el injusto, es opinión común que no habría persona de temple tan firme como para perseverar en la justicia y resistir la tentacion de apoderarse de los bienes ajenos, en tanto nada le impedía dirigirse al mercado y tomar de allí sin miedo alguno cuanto quisiera, entrar en las casas ajenas y fornicar con quien se le antojara, matar o libertar personas a su arbitrio, obrar, en fin, como un dios rodeado de mortales. En nada diferirían, pues, los comportamientos del uno y del otro, que seguirían exactamente el mismo camino.

Pues bien, he ahí lo que podría considerarse una buena demostración de que nadie es justo de buen grado, sino por la fuerza; ya que el hombre se torna injusto en cuanto cree poder serlo sin peligro. Y esto porque todo hombre cree que resulta mucho más ventajosa personalmente la injusticia que la justicia

"Y tiene razón al creerlo así", dirá el defensor de la teoría que expongo. Es más: si hubiese quien, estando dotado de semejante talismán, se negara a cometer jamás injusticia y a poner mano en los bienes ajenos, le tendrían, observando su conducta, por el ser más estúpido del mundo."




Republica, Libro II, seccion III

Platon

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